domingo, 21 de julio de 2019

301

Caminamos acuclillados entre las paredes del callejón, paredes con ojos neutrales. Íbamos despacio, esquivamos la luz, pero queríamos correr y no parar.
Uno patea una lata, se para, disparan, cae, corremos, disparan, disparan, disparan, se detienen, disparan, caemos.
Chocó contra las paredes, nunca dobló sin chocarme, nunca corro sin tropezarme, apenas mantengo el equilibrio, ignoro los cadáveres, pero se que están ahí, y me dan arcadas, y sigo corriendo.
El disparo da miedo pero el sonido del bulto contra el piso espanta, le da tanto miedo a uno la mortalidad, la realidad, que se entrega a ella, consciente, subconscientemente,
Tengo rajado el cráneo, la sangre me tapa el ojo izquierdo y me faltan algunos dientes, pero no percibo ni me acuerdo cuando obtengo cada nueva herida, las piernas y los pulmones son los que importa, también la nariz, lo demás, lo puedo volver a comprar.

Me ahogo en las miradas antes que el ruido, yo tampoco haría nada en su posición, pero se siente mal igual. Salvanos, a todos, solo te cuesta la vida, uno es menos que cien, 80 kilos de carne por una tonelada de metal.

Pero corro solo yo, 140 kilos de metal, cables y silicona.
Mis otros trescientos yo están muertos o muriendo, los siento a todos, los extraño, los quiero vengar, pero soy solo piezas, estoy desconectado, estoy corriendo, corriendo con una herida de bala en el esternón.

Los sonidos no existen, las imágenes se oscurecen, se deforman, las paredes son más duras, los ojos mas grandes, los policias mas rapidos.

Chocó contra un joven de carne, mis piezas destrozadas, lo empalan, un error, imperdonable, pero el tiene un celular, prioridad.
Tomó el aparato a la vez que una docena de proyectiles se incrustaban en mi pecho.

Mis otros trescientos y un yo están muertos, todos muertos, pero yo soy nuevamente información, una sombra de lo que fuí, pero listo para volver.

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